El jet lag es alucinantemente odioso. Somos incapaces de poner un pie en el suelo a las 7 a.m., y, sin embargo, a las 2 de la madrugada estamos de vigilia…Huuum…¿Habrá serenos en Japón?
Templo Senso-ji. Barrio de Asakusa.
Tras un laberinto de calles comerciales donde intentan venderte objetos de todo tipo: palillos, gorras, kimonos, muñequitas japonesas, gatos de la suerte (eh! ¿no eran chinos estos gatos?), llegamos al primer Templo Japonés que ven nuestros ojos, el más importante de Tokyo: Senso-ji Temple.
La religión mayoritaria en Japón es el Sintoísmo, y no el Budismo como solemos pensar la mayoría de occidentales (aunque hemos visto bastantes templos dedicados a Buda). Un japonés a lo largo de su vida puede acabar mezclando rituales, dioses y costumbres de varios credos, todos guardan en la historia (en mi opinión) un eje comíºn: la consecución de un crecimiento interior que en las religiones occidentales resulta díficil encontrar.
Me gusta esa posibilidad, ir cogiendo de cada religión aquello en lo que creo, y descartar lo que no me hace bien, lo que me coarta, hasta formar mi propia religión, la que mi cuerpo y mente necesitan para crecer y alcanzar la felicidad, el nirvana, o el quinto elemento si es lo que uno desea.
Antes de entrar, conocemos varios rituales, más fijándonos en la gente que leyendo vanales guías. En casi todos los templos japoneses existen dos rituales fundamentales antes de entrar.
A la entrada del templo hay una gran vasija, que me recordaba a la marmita de Obelix, en la cual hay cientos de barras de incienso encendidas. El ritual manda que debes dejar que su humo te envuelva la cara. ¿Para qué? No lo sabemos exactamente, buscando por la red he llegado a leer varios motivos, generalmente asociados a la buena suerte, ¡hasta he leído que debes dejar que el humo te de en la cara para ser más guapo.! Investigando, resulta que existe una ceremonia del incienso, menos conocida que la famosa ceremonia del té.
También en todos los templos, existe una fuente de la que brotan generalmente varios chorros de agua, con cazos para un ritual encantador. Su costumbre manda que antes de entrar a orar, debes purificar tanto tu cuerpo como tu alma. Para ello, cogen agua en el cazo con la mano derecha y lavan su mano izquierda, cambian el cazo de mano y lavan su mano derecha. Vuelven a cambiar el cazo de mano, vierten un poco de agua en su mano izquierda y se enguajan los dientes (sin llegar a beber), y nuevamente lavan su mano izquierda (con la que han bebido). Ahora ya están listos para saludar a los dioses.
A nosotros nos resultaba un ritual de lo más refrescante, ya que estabamos a 31 grados con un 90% de humedad. Se convirtió en nuestro ritual favorito, y conforme iban pasando los días, empecé a encontrarle el significado que estas gentes le dan. Entonces comencé a hacerlo sin bromas y sin preguntar el por qué. Sencillamente. En una sociedad global en la que dudo mucho que podamos ya purificarnos lo más mínimo, un breve gesto como este supone, a la vez, una señal de respeto, y un intento desesperado por aparecer ante los dioses lo más limpio posible.
Si una es capaz de tirarse una hora en el baño acicalándose para una cita, ¿cómo no vas a hacerlo para un Dios? Los japoneses intentan conseguir la pureza de cuerpo y alma en 10 segundos mediante el elemento más puro que conoce el hombre: el agua. Ignoro de que período data este ritual.
También probamos fortuna al módico precio de 100 yenes. A ver, hay un montón de cajoncitos numerados en carácteres japoneses, y un bote del que tíº sacas uno de esos numeritos, como en la tómbola. Buscas tu cajoncito, lo abres, y…¡tatatachán! “La respuesta a tu futuro en él encontrarásâ€, como diría el sabio Yoda. ¿qué me tocó? “Regular Fortune (podía haber sido peor).